12 a.C. Paulo Fabio Máximo subió a la colina siguiéndome, con la frente llena de sudor y sus pasos agitados, excitado por el deseo de comenzar el ritual de formación de la ciudad lo antes posible. Es un lugar espectacular, pensó con entusiasmo.
Era verano y el día
presumía caluroso. Al llegar a la cima volvió su mirada al camino recorrido y
lo que vio lo llenó de gozo … las vistas sobre el valle del río eran espléndidas,
se divisaba en dirección oeste un vasto territorio de bosques de robles a lo
largo de la ladera de la colina. La madera existente era suficiente para
iniciar los primeros trabajos.
En
dirección contraria, hacia el este, el terreno tenía más pendiente, hasta llegar
al valle más cercano por el que transcurren varios regatos, afluentes del río
principal del lado oeste.
El
lugar escogido era el más algo de la colina cercana a la fuente de aguas
termales descubierta en la orilla del río, y desde allí se podía divisar todo
el entorno.
Pablo
Fabio Máximo, revestido con una toga dispuesta a la antigua usanza, cogió las
estevas de un arado de bronce, tirado por una ternera y un toro blancos, y
trazó un surco alrededor de la futura urbe, siguiendo la misma línea a lo largo
de la cual habrían de levantarse las murallas.
En
el transcurso de la ceremonia, el fundador procuró cuidadosamente que toda la tierra
levantada por la reja, cayese al interior del recinto y tras él los asistentes
recogieron los terrones que a veces saltaban hacia fuera y los volvían a echar
donde el rito establecía.
Al
llegar al sitio previsto para las puertas, el ejecutante levantaba el arado con
el fin de dejar un espacio libre de toda consagración.
Cuando
el oficiante alcanzó el punto de partida, la ciudad quedó virtualmente fundada:
“El ritual de delimitación del territorio, debería ser completado por otras dos ceremonias de consagración".
En un lugar situado en el centro de la
futura ciudad se excavaba una fosa circular llamada Mundus en la que eran
depositadas ofrendas a LOS DE ABAJO. Y un último rito que tenía por objeto
colocar a la ciudad futura bajo protección de los dioses de “LO ALTO”: Júpiter,
Juno y Minerva.
En el futuro, se construiría el templo llamado Capitolio, situado en la parte más alta de la ciudad, en la zona
próxima al punto señalado por mí, desde donde los dioses podrían
observar todo lo que iba a ocurrir en la futura urbe.
Paulo
Fabio Máximo agradecido a César y satisfecho por la elección de un bosque tan
bello para fundar la capital del convento, la consagró bajo quien le había dado
orden de fundarla y con el nombre de BOSQUE SAGRADO DE AUGUSTO.
Todo
lo que albergase los muros de la ciudad también sería consagrado a Augusto,
dios protector de la gens imperial reinante.
Era
el año 12 a.C., lo recuerdo como si fuera ayer, desde la colina se podía realizar con facilidad el acceso al
territorio del norte al sur, en suave pendiente alcanzando la confluencia de
los ríos cercanos.
Yo, como técnico de
reputado de prestigio en la milicia, había fijado con la groma el punto que sería
el centro de la futura ciudad: UMBILUCUS.
La groma, uno de mis instrumentos, poseía una mira que me permitió días antes, al amanecer, fijar la salida del sol y obtener el Oriente real en la
fecha, consiguiendo la orientación del decumanus (este-oeste);
luego tracé fácilmente el cardus (norte-sur), perpendicular al decumanus en el punto
central inicialmente fijado. Sobre los ejes obtenidos y mediante distancias
iguales a partir del cruce, se obtene la superficie de la futura ciudad, un
cuadrado perfecto de 2160 codos de lado.
Pero
antes de iniciar mis trabajos de replanteo, Paulo Fabio Maximo tendrá que
consultar los auspicios asegurándose, mediante signos visibles, de
que los dioses no se oponían al establecimiento de una ciudad en el lugar
escogido.
...Queda fundada de esta forma la urbe: Lucus Augusti.
Memorias de un agrimensor.